Tenía tanta fuerza, y reflejaba una realidad tan sórdida y alarmante en pleno siglo XX, que ‘Strange Fruit’ no tardó en popularizarse en los círculos de la izquierda estadounidense. Parece ser que fue Barney Josephson, propietario del Café International (o Café Society, punto de reunión de los intelectuales liberales y de izquierda en el Greenwich Village neoyorquino), quien vio a Billie Holiday como la intérprete ideal de esta canción, y por ello decidió poner en contacto al autor con la legendaria cantante de blues.
Holiday no fue la primera intérprete de la canción, pero sí la que consiguió dotar a la composición de la fuerza justa, pues algunos antes que ella le dieron un dramatismo excesivo. Las primeras veces que la cantó, el público quedaba tan impresionado, por lo que contaba y por cómo lo hacía, que tardaba en romper a aplaudir.
Con esta canción cerraba Holiday sus actuaciones. Se quedaba a oscuras, sólo iluminada por un foco, y allí, con los ojos cerrados, comenzaba a cantar. Sólo intentó interpretarla unas pocas veces en los estados del Sur, donde de por sí ya actuaba poco. En ningún caso logró terminarla, dada la violenta reacción del público. “Esta canción consigue distinguir a la buena gente de los cretinos y los idiotas”, escribió en su autobiografía.
Según las conservadoras estimaciones del Tuskegee Institute, entre 1889 y 1940 2.833 personas fueron linchadas en Estados Unidos, el 90 por ciento en los estados del Sur, y más del 80 por ciento eran afroamericanos. En 1939, una encuesta puso de manifiesto que seis de cada diez blancos de los estados sureños aprobaban la práctica del linchamientos de los negros.
Frutos extraños
Los árboles del Sur tienen frutos extraños.
Sangre en las hojas y sangre en las raíces.
Cuerpos negros balanceándose con la brisa del sur.
Extraños frutos colgando de los álamos.
Una escena pastoral del Sur galante,
los ojos fuera de sus cuencas y la boca torcida,
aroma de las magnolias, dulce y fresco,
entonces, el repentino olor a carne quemada.
Lo que hay aquí es un fruto para que lo arranquen los cuervos,
para que lo empape la lluvia,
para que lo zarandee el viento
para que el sol lo pudra
para que gotee de los árboles.
Lo que hay aquí es un cultivo extraño y amargo.